Como bien dice la palabra Re-presentar, conlleva el ejercicio de volver a presentar algo que ya fue presentado. Cuando en el arte representamos un objeto, lo que estamos haciendo, es una reinterpretación de este, a través de la técnica que hemos escogido. En el conocido óleo "La traición de las imágenes", de Rene Magritte, se plantea un problema acerca de la representación. Esta pintura consiste en la imagen de una pipa, la cual es tensionada por la frase que está bajo esta, la cual señala: "Esto no es una pipa". Y claro, no es una pipa, es solo la representación una pipa. El propio Magritte diría «La famosa pipa. ¡Cómo la gente me reprochó por ello! Y sin embargo, ¿se podría rellenar? No, sólo es una representación, ¿no lo es? ¡Así que si hubiera escrito en el cuadro "Esto es una pipa", habría estado mintiendo!». Cada vez que pintamos, esculpimos, incluso, que fotografiamos, estamos haciendo representaciones de un algo, por hiperrealista que fuese la obra, no es más que una representación. Cuando tomamos una idea, o cuando percibimos algo en nuestro espíritu, que nos motiva a hacer una obra, el ejercicio técnico de pintar, componer, esculpir, intervenir un espacio, etc., es el esfuerzo por volver a presentar lo que en nuestro ser hemos percibido espiritualmente. Por lo tanto, en el espíritu algo se nos presenta, que nos motiva a representarlo a través de colores, formas, sonidos.
"La traición de las imágenes", Rene Magritte, 1928-1929 |
Sea en la historia del arte o en la Biblia, la representación busca llevar al espectador una nueva mirada de algo que el artista/profeta ya miró, proceso en su interior, y lo entrega con los énfasis correspondientes al espíritu que lo inspiró.
Cuando en la ley se señala "no harás imagen", tiene que ver con la elaboración de imágenes con fines idolátricos, no con la elaboración de representaciones de otros tipos, ya que la Biblia está llena de representaciones, comenzando por el tabernáculo. De hecho en el original, no se emplea la palabra "imagen", sino que se usa la palabra "ídolo". Esto debería ser suficiente, para quitar una postura iconoclasta, que nos ha llevado a mirar el arte desde lejos, o de manera indirecta, anulando la posibilidad de hacer declaraciones visuales y proféticas desde el espíritu, hacia los hogares, ciudades, naciones, etc.
Las representaciones son importantes, porque tienen el poder de manifestar en lo natural, lo que ya está en el espíritu, dando testimonio de esto, y de esta forma hacerlo conocido por el espectador, llevando a este a entrar en una entendimiento por medio de la intimidad con una verdad eterna o para un momento específico. De esta forma, la obra se convierte en puente entre el espectador y el mundo espiritual y eterno.