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martes, 30 de enero de 2018

¡Cuidado con los nombres!

El dilema del estilo

Nombrar, pareciera ser una habilidad intrínseca en el ser humano. Nos orienta, nos define frente a la otredad, nos separa del diferente y nos une al similar. Al nombrar no solo identificamos, también modelamos, otorgamos propiedades (existentes o no) al sujeto que recibe el nombre. De cierta manera al nombrar estamos llamando a ser, a quien recibe el nombre, y de esta manera configuramos, y reconfiguramos nuestro mundo y nos vinculamos con él. Es tan importante nombrar, que es una de las primera funciones del hombre en el huerto del Edén. Desde ese momento el hombre busca nombrarlo todo, dar su definición de cada aspecto y elemento que lo rodea, sin excepción. 

Cuando estamos frente a una obra de arte, también entramos en el mismo juego de nombrar. Miramos y decimos “Esto es surrealista, hiperrealista, cubista, expresionista, etc etc.” o quizás oímos una pieza sonora y decimos “Esto es Rock, Indie, Pop, Techno, Reggeaton, Bachata, Jazz, Folk, etc, etc”. Pareciera que buscáramos una definición de lo vemos y escuchamos, el punto de anclaje con el cual familiarizar el fenómeno visual o sonoro, o por lo menos definir que no es.
Pienso que hay un problema cuando nos definimos bajo los nombres de un estilo, porque finalmente para ser fiel a esa definición, tendremos que poner a la obra en función del nombre y de la estética que ese nombre propone. Cuando digo que soy un cantante de X estilo, asumo que la estética de mi sonido, de mis letras, arreglos, etc., están definidos por ese nombre. Lo mismo si digo que mi arte es “Neo Barroco Latinoamericano”, porque tendré que hacer que cada aspecto estético, conceptual y técnico de la obra, sea coherente con la definición que adopte. Cuando asumo un nombre para lo que hago, me veo en la obligación de responder ante eso.

Los nombres y el esteticismo como problema


Cada nombre en el arte esta asociado a una estética (visual, sonora, literaria, teatral, cinematográfica, etc.). Esta estética está también relacionada a una técnica y al como ésta se ejecuta. 
No por ocupar un recurso técnico que se utiliza en cierto estilo, yo pertenezco al estilo. 
No por ocupar un efecto Overdrive en mi guitarra necesariamente lo que hago es Rock. Ni por ocupar la geometría en cuadro lo que hago es Cubismo.

El problema está en que en nuestra necesidad de inserción y de definición, buscamos encapsular lo que vemos y oímos. 

Esto es puede ser un gran problema. ¿Por qué lo que recibo hacer de parte de Dios, tengo que nombrarlo como los demás suelen nombrar? 
Y el problema no es por el nombre como fonema, sino porque al asumirlo como propio altero el resultado de lo que hago. 

Entonces es sabio no casarse con los nombres. Porque van a querer definirte, si o si, tanto por lo que haces como por la manera en que lo haces. Sin embargo, en ocasiones es inevitable que otros te quieran definir, déjalos (si no te molesta), siempre tratarán de hacerte calzar con algo, pero no dejes que ese nombre te modele, no dejes que el estilo que ese nombre representa te atrape. 

Te das cuenta que estas inmerso en ese nombre cuando ya te hiciste parte de la familia del estilo, te vistes, hablas, compones, como todos bajo ese nombre. Tampoco tienes la flexibilidad de hacer lo que debes que hacer, sin amoldarlo bajo esa definición. La estética es la evidencia.

Por esos esteticismos adquiridos, hay maneras de hacer que aún no contemplamos si quiera como una posibilidad. Esas “manías” estéticas que no nos dejan ser genuinos, que no nos permiten apreciar el desgarrador sonido de un clamor genuino en una canción, o los trazos viscerales de una intercesión en una tela o en una danza. 

¿De donde sacaste que la alegría o el llanto son siempre afinados? ¿Quien te enseño que las nubes son siempre como algodones y que las flores siempre están alegres, de colores? 

Esteticismos, las manías en el hacer, que nos obligan a maquetear lo genuino para que se parezca a lo que otro definió. 
¿Y que pasa si La Voz te lleva a hacer algo disonante? ¿Te atreverás a serle infiel con los sonidos del mercado? ¿Te dejarás seducir por las tendencias reinantes?

Con todo lo dicho, por ningún motivo afirmo que todo lo que se hace este mal. Solo quiero recordarte que hay un nombre por sobre todo nombre que se nombra. Ese nombre sonando en nosotros es el testimonio de la familia real a la que pertenecemos. 


Si todo es por Él y para Él, dejemos que su nombre nos reúna, que su nombre nos modele. NO importa el nombre que otros nos pongan, el que no conoce la voz no sabrá cual es el nombre correcto. Si somos como el viento, será muy difícil que nos definan con éxito, lo importante es que nosotros conozcamos la voz y el nombre que nos sopla, que nos vincula, que nos da la forma para el momento y el lugar.

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